Comentario
Capítulo sexto
De la cerimonia que se hazía a los mercaderes cuando llegavan a su casa, que se llama lavatoria de pies
Cuando los mercaderes venían de otras provincias de mercadear a su casa no entravan de día en el pueblo ni en su casa, sino ya de noche, y aun esperavan el signo próspero como es el signo de ce calli o de chicome calli. Tenían por próspero signo este ce calli o a "una casa", porque dezían que las cosas que traían entravan en casa, de tal manera que allí havían de perseverar por ser cosas de dios. Y luego la misma noche iva a ver a su principal, debaxo de cuyo regimiento estava. Ivale hazer saber cómo havía llegado sano y vivo. Dezíale de esta manera: "Singular varón, estáis mucho en hora buena. Sabed que soy venido con salud y vida." Después que havía hablado, aquél dezíale: "A la mañana iré a ver a nuestros padres y madres, los mercaderes viejos. Irán a bever un poco de cacao a mi pobre casa a donde, hasta que nuestro señor me llame, vivo." El principal le respondía: "Seáis muy bien venido, amigo mío, ya havéis hecho plazer a vuestros padres y madres, los mercaderes antiguos. Ellos os hablarán mañana. Idos agora a descansar." Haviendo este mercader hablado a su principal y a los otros mercaderes, y haviéndolos combidado la noche precediente al combite, a la medianoche cortava papeles para ofrecer en agradecimiento, que le havían ayudado los dioses para que fuesse su viaje próspero. Cortava los papeles que eran menester para el fuego y los que eran menester para el Yiacatecutli, dios de los mercaderes. Haviendo cortado los papeles, ofreciálos a la medianoche a estos dioses, en hazimiento de gracias. Haviendo hecho esto, luego dava orden en la comida que era menester, como eran gallinas, empanadas y pastelejos de gallinas, y también gallina cozida con maíz, que ellos llaman totollaolli. Y procurava que se hiziesse muy buen cacao mezclado con especies, que se llama teunacaztli. Y los mercaderes combidados, luego en amaneciendo, ivan a la casa del combite -que solían tañer aquella hora los sátrapas, como agora se tañe a la pelde o a hora de prima. En haviéndose juntado los mercaderes, assí hombres como, mugeres, y los parientes del mismo que hazía el combite, davan luego aguamanos. Lavávanse las manos y las bocas, y luego salía la comida. Salía delante de todo, la ofrenda o comida del dios Xiuhtecutli, que es el fuego, y poníanla ordenada delante el hogar, que eran cabeças de gallinas en caxetes con su molli. Luego ponían comida delante la imagen de Yiacatecutli, dios de los mercaderes.
En acabando de dar estas ofrendas a estos dioses, luego davan comida a los combidados. Haviendo comido, tornavan a lavar las manos y las bocas. Luego salían por su orden las xícaras del cacao que llamavan teutecómatl, y luego ponían una xícara delante del Xiuhtecutli, que es el fuego, y otra delante la imagen de Yiacatecutli, dios de los mercaderes, y davan luego a todos los combidados, a cada uno, su teutecómatl. A la postre davan cañas de humo para chupar. Y en acabando de comer y de bever, todos estavan cada uno en su lugar sentados, esperando lo que les havía de dar el que los combidó, que llaman ellos quinueuechiua, que quiere dezir "don de viejo venerable". Davan a los principales, a cada uno, dos tecomates que se llaman ayotectli, y a los demás dava a cada uno, uno, y juntamente dava a cada uno doscientas almendras de cacao y cien granos de aquella especie que llaman teunacaztli, y a cada uno davan una paleta de tortuga con que se rebuelve el cacao. De esta manera hazían todos los mercaderes cuando venían de lexos.
Haviendo ya hecho todo lo que arriba [se ha] dicho, el mercader que havía llegado de provincias lexanas luego se ponía delante de sus combidados y les hablava de esta manera: "Aquí estáis presentes, señores, sabéis que fui a exercitar mi oficio de mercader con las cargas y con los báculos y con los cacaxtles, y he buelto. Hame guardado nuestro señor todopoderoso de la muerte. Por ventura hize algunas ofensas o injurias a mis próximos. Esto algún tiempo lo oiréis y sabréis, porque tengo muchas faltas y pecados. He sido digno de ver otra vez vuestras caras. Como agora lo veis, he venido otra vez a juntarme con mis parientes y tíos y tías, y sobrinos y sobrinas. Por ventura el señor todopoderoso tendrá por bien de me matar entre ellos mañana o ese otro día. Esto es, señores, lo que habéis oído." Luego los que estavan presentes le respondían de esta manera: "Aquí estás, hijo, en tu presencia hemos comido y bevido el fruto de tus trabajos que has padecido, andando por los montes y por los valles y por los páramos, y el fruto de tus suspiros y lloros que presentaste delante del señor todopoderoso. Hemos aquí recebido lo que has derramado de la misericordia que dios contigo hizo en darte los bienes temporales que has traído. Aunque nos has dado de comer y de bever, ¿cerrarnos has la boca por ventura? ¿Por ventura por esto te temeremos? ¿Por ventura con esto nos impidirás de hablar, para que no digamos como padres la doctrina que devemos dar a nuestros hijos? Queremos saber de dónde huviste la comida y bevida que nos diste. ¿Por ventura has robado o hurtado en alguna parte lo que truxiste? ¿O por ventura eres jugador de pelota o de escaques? ¿O por ventura engañaste algunas mugercillas? ¿O por ventura has tornado lo suyo a su dueño? Por ventura la comida y bevida que nos has dado no es ganada limpiamente. Por ventura si tiene rebuelta alguna suziedad o polvo o estidreol, no lo sabemos. Ignorámoslo si tal cosa has hecho; haste despeñado y arrojado en alguna grande barranca o te has despeñado de algún muy alto risco. Y si esto ansí passa, ningún merecimiento habrás de lo que has hecho. Aquí has recebido la doctrina que los padres deven dar a sus hijos, que son reprehensiones y castigos duros y ásperos que pungen y llagan lo interior del coraçón y de las entrañas. Y son estas reprehensiones los açotes y ortigas con que castiga nuestro señor dios."
Y después de haver dicho estas palabras y reprehensión, que son como pedradas y palos, a la postre le consuelan y le saludan con lágrimas. Y le vedan la sobervía y altivez, y que no se atribuya a sí lo que ganó, sino [a] la misericordia de dios que le dio la hazienda que truxo, que son plumas ricas que se llaman quetzalli y otras tzinitzcan, otras que llaman çacuan, otras que se llaman xiuhtótotl, otras que llaman xomohíuitl, y las piedras preciosas, como son chalchíuitl y apoçonalli, o coberteras de xícaras ricas, o paletas para rebolver el cacao, o pellejos de bestias fieras, o almendras de cacao, o especies que se llaman teunacaztli. Con estas palabras los mercaderes viejos provocavan a lágrimas y a humildad a estos tratantes que venían prósperos, para que no menospreciasse las mercedes de dios.
Y aquel que oía estas palabras no se enojava de oírlas. Antes se humillava y agradecía aquella buena obra, y respondía con lágrimas: "Señores míos, tengo en gran merced la misericordia que se me ha hecho con esta correción. Heos dado pena y congoxa. ¿Quién soy yo para que se me hayan abierto los tesoros de vuestras entrañas? Por ventura, como soy pobre, olvidaré y perderé estas palabras más divinas que humanas. Quiçá no las tendré en aquella estimación que devría, y ellas merecen. Descansad y reposad."
Estas palabras de los viejos y viejas eran tenidas en mucho de los mancebos a quien se dezían. Guardávanlas como tesoros en su coraçón, sin perder una de ellas. Y ellos, conviene a saber, los viejos y viejas dezíanlas a aquellos mercaderes moços que traían ganado de su trato algún caudal y holgavan de oírlas, y para esto les combidavan y dezían a los de su casa: "Señores o señoras, nuestro señor me ha dado de sus bienes. Por ventura por esta ocasión me he ensobervecido y he menospreciado a mis próximos. Quiero oír las doctrinas y buenos consejos de los viejos. Llámense. Vengan." De esta manera hablavan los moços bien criados y bien doctrinados. Y para que los viejos diessen estos consejos y doctrinas que arriba se dixeron, combidávanlos y dávanlos a comer y a bever. Y entonce hablavan los consejos y doctrinas arriba dichos. Pagavan muy bien la comida y la bevida con aquellos consejos y doctrinas. Y con esto el oficio de los mercaderes era muy honrado, y ninguno de ellos era vicioso. Tenían en mucho y guardavan mucho las doctrinas y consejos de los viejos.
Y arriba se dixo de la manera que bolvían de los largos caminos de sus tratos. Y por los caminos por donde venían no venían sin hazer muchas ofrendas y sacrificios, dondequiera que hallavan cúes o oratorios de los dioses o ídolos hasta llegar al pueblo de Itziucan. Allí paravan y allí miravan el signo próspero para entrar en su tierra. Y llegado el signo que era próspero, o cerca de él, partían de priessa para venir a sus casas, para entrar durante aquel signo. Y no entravan de día sino de noche, y en canoa, y secretamente. Y nadie vía lo que traían porque lo encubrían mucho. Y no iban derechos a sus casas, sino entrávanse en la casa de algún su tío o tía, o de su hermana, o de alguno otro de quien se confiavan que tendría secreto, que era humilde y callado y cuerdo, y que no tomava lo ageno. Allí, en aquella casa, los barqueros ponían de presto lo que traían, y se bolvían de noche a sus casas. Y desque amanecía, no havía rastro ni señal de nada. Y el mercader dueño de aquella hazienda no confessava, ni dezía, que aquella hazienda fuesse suya, mas antes dezía a los de la casa: "Esta hazienda guardalda, y no penséis que es mía, ni penséis que como cosa mía os lo doy a guardar, que es de los señores mercaderes principales. Ellos me lo encomendaron que lo truxesse aquí." Y por los pueblos por donde passavan, en todo el camino, ahora fuesse en Tochtépec o Anáoac o Xoconochco, en todos los pueblos que entravan no dezían que aquella hazienda fuesse suya, antes dezían : "Esta hazienda que traigo no es mía; es de nuestros padres y madres, que son los mercaderes principales."
De esta manera bivían los mercaderes. No se levantavan a mayores con sus haziendas, mas antes se humillavan y abaxavan. No desseavan ser tenidos por ricos, ni que su fama fuesse tal, mas antes andavan humildes, inclinados. No desseavan honra ni fama. Andávanse por ahí con una manta rota. Temían mucho a la fama y a la honra, porque, como se dixo arriba, el señor de México quería mucho a los mercaderes y tratantes y que tratavan en esclavos, como a sus hijos. Y cuando se altivecían y desvanecían y se malvavan con el favor y honra de las riquezas, el señor entristecíase y perdíalos el amor, y buscávalos algunas ocasiones falsas o aparentes para abatirlos y matarlos, aunque sin culpa, sino por odio de su altivez y sobervía. Y con las haziendas de ellos proveía a los soldados viejos de su corte que se llamavan cuachichicti, y otros otómi, y otros yautachcauan. Y con aquéllos sustentavan su fausto y su pompa.